Siempre que puedo voy a la playa, da igual la época, da igual el el clima. Es un lugar que me da paz. Pasé tal cantidad de tiempo en las playas que empecé a darme cuenta de la inmensidad del problema.
¿Cuántas veces has ido a la playa y has encontrado plásticos en la orilla? Lo más probable es que ahora mismo no recuerdes una playa en la que no viste ni un trozo de plástico. A mí me parece desolador ver toda la orilla cubierta de trozos de corcho blanco (o poliespán), de fragmentos de plástico duro de todos los colores y formas, de latas, de bastoncillos de los oídos, de toallitas y de colillas.
«Yo no puedo dejar esta basura aquí ni tampoco puedo ignorar que esto esté pasando. Tengo que hacer algo ya y necesito comunicarlo de alguna forma» pensaba cada vez que veía cosas así:

¿Qué empecé a hacer? Ir a la playa solo para recoger la basura de los demás. Pero nunca terminaba. Era una tarea eterna. Mirara por donde mirara, siempre había basura y más basura. Pero claro, en algún momento tenía que parar. Por mucho que quisiera, no tenía la capacidad ni los recursos necesarios para hacer desaparecer todos esos desechos. ¿Por qué no buscar más gente?
Empecé a organizar recogidas voluntarias con unos amigos y publicábamos lo que encontrábamos en Facebook. Tuvo tal repercusión que llegaron a unirse hasta 50 personas en una misma salida. Nos llamaron de la televisión local y periódicos nacionales publicaron sobre nuestras recogidas de basura marina. ¡Fue todo un éxito!
Mi experiencia estudiando la basura marina
Pasó el tiempo, y dio la casualidad que en la Universidad de Cádiz, donde estudiaba, estaban llevando a cabo un proyecto sobre la basura marina. Querían estudiar qué impactos puede llegar a tener y qué medidas se deberían tomar. Sin pensarlo mucho, hablé con uno de los investigadores y pude hacer mi trabajo de fin de grado con ellos. Si quieres leerlo puedes enviarme un mail a nuriaamc97@gmail.com y te lo envío sin problema.
Fue un estudio complicado ya que hay pocos trabajos que usaran la metodología que yo llevé a cabo. Elaboré un muestreo basado en estándares internacionales que abarcara la información necesaria para estudiar el problema en cuatro playas distintas. Para que os hagáis una idea, recorrí 21 mil metros cuadrados y recogí cerca de 2600 piezas de basura marina.

Me encontré de todo. Desde suelas de zapatos con lapas incrustadas, envoltorios de golosinas del 2006, compresas y juguetes de niños, hasta todo tipo de materiales de pesca (anzuelos, sedales, rede, etc). Pero lo más impactante fueron los pequeños fragmentos de plástico y las colillas que conté. No veía el fin. ¿Cómo era posible que encontrara 100 colillas en 50 metros de playa?
La basura marina está en todas partes
El problema de la basura marina no es algo nuevo ni mucho menos. A lo largo de la historia, los océanos se han considerado vertederos ‘’mágicos’’. La basura se vertía indiscriminadamente y no parecía que pasara nada. Simplemente desaparecía. Dejaba de molestarnos. «Los océanos son inmensos…¡seguro que no pasa nada!»

Como no podía ser de otra manera, la basura marina tiene un gran impacto en los ecosistemas marinos. Se ha llegado a estimar que 12 millones de toneladas de basura marina entran en el mar cada año. ¿Eso es mucho?, te preguntarás. Esa cantidad de basura equivaldría a 33 veces el peso del Empire State de Nueva York. Repito: cada año.
Debido a tales cifras, en los últimos años se han realizado muchísimos estudios sobre la basura marina y su composición. La mayoría de estos trabajos han dado, al igual que mi investigación, el mismo resultado: plástico, plástico y más plástico.
¿Pero qué tiene de especial el plástico?
El plástico es un material extraordinario. Tiene propiedades que ningún material puede igualar: resistencia a cualquier condición ambiental, durabilidad y bajo coste. Podríamos decir que ha llegado a ser indispensable en nuestro día a día. ¿Imaginas que ocurriría si de repente desaparece el plástico? La mitad de nuestra casa estaría vacía. Y más de la mitad de nuestro armario. Pensad en todos los envases que envuelven casi el 80% de los productos que hay en un supermercado. Literalmente, el plástico nos rodea.

Hemos fabricado durante años cantidades descomunales de un material que resiste alteraciones químicas y biológicas, y por ello, la gestión de sus residuos se nos ha complicado bastante.
Aquel plástico que llegue al medio natural no se va a degradar, se va a fragmentar. Esta fragmentación ocurre a través de la acción de varios factores ambientales: luz, agua y viento. ¿Y a qué da lugar la fragmentación?
Microplásticos
Estos fragmentos de plástico de cinco milímetros o menos, suponen un gran riesgo para para la biodiversidad marina. Se han descrito situaciones en las que los microplásticos provocan obstrucciones gastrointestinales en peces, ya que son incapaces de digerir este material.

Y si los fragmentos son mucho más pequeños (llamados nanoplásticos) formarán parte de los tejidos vivos de los órganos y las toxinas que el plástico libera afectarán al desarrollo de los organismos.
Se estima que actualmente hay 5,25 trillones de partículas plásticas en el océano, pesando casi 270 mil toneladas.
Algunas sustancias contaminantes, como los POPs (contaminantes orgánicos persistentes, presentes en pesticidas y herbicidas) se adhieren a estos microplásticos y pueden entrar en las cadenas tróficas a través de la ingesta por parte de animales marinos. Más tarde, nosotros pescaremos y consumiremos todos estos peces, moluscos y cefalópodos. Y ahí entra en juego la salud humana. ¿Merece la pena todo esto?
¿Qué podemos hacer nosotros ahora?
Intentar que los microplásticos desaparezcan de la naturaleza es una tarea técnicamente imposible, pero siempre está en nuestra mano minimizar la cantidad de plástico que consumimos. Reciclar y dejar de lado los plásticos de un solo uso son buenas acciones para ir empezando. Comprar a granel, usar jabones sólidos y siempre llevar bolsas de tela también son grandes opciones para cuidar el medio ambiente.
Pero además de la actuación individual en nuestro día a día, es muy importante compartir esta información con el resto. La educación ambiental y la divulgación científica son las herramientas con la que contamos actualmente para concienciar al resto sobre la gravedad de este problema. Así, podremos hacer ver a la sociedad las amenazas que ponen en riesgo la biodiversidad y los ecosistemas del planeta.
¡Es ahora o nunca!
Os recomendamos el documental ‘’A Plastic Ocean’’, disponible en Netflix, donde se retrata la alarmante crisis del plástico a escala global. ¡Aquí tienes el trailer y en el enlace anterior el link que te lleva directo al documental!