Vuelven las expediciones científicas con la SECAC

Cuando Francesca me habló por primera vez de las expediciones científicas con la SECAC recuerdo que me quedé pensando de qué se trataría. Me picó la curiosidad eso de «expedición científica para la investigación de cetáceos». En la siguiente reunión le volveré a sacar el tema, pensé.  Por esas fechas, nuestras reuniones se basaban en conocer las líneas de trabajo de cada institución y ver cómo podíamos colaborar. Por así decirlo, nos estábamos conociendo. 

En un par de semanas habíamos quedado para hablar sobre un nuevo modelo de prácticas y trabajos de investigación que querían llevar a cabo. Al iniciar la llamada nos pusimos a charlar un poco antes de entrar de lleno en el asunto. Lo típico. ¿Qué tal todo?, ¿qué tal la llegada de la nueva voluntaria?, etc. En una de sus respuestas me dijo que había tenido mucho trabajo organizando las siguientes expediciones. Era el momento perfecto para preguntar. Así lo hice. Mi siguiente pregunta fue: ¿Y se puede apuntar cualquier persona o hay que ser investigador?, a lo que me respondió que cualquier persona interesada en la conservación de los cetáceos era bienvenida y que no había ningún requisito profesional para participar. Sonreí. 

Semanas antes de la expedición

Habían pasado ya varios meses desde aquella conversación en la que Francesca me explicó en qué consistían las expediciones científicas. Era principios de junio y acababa de terminar de comer. Me tumbé un rato a descansar y cogí el móvil para echarle un ojo al Instagram. La Sociedad para el Estudio de los Cetáceos del Archipiélago Canario (SECAC) (@secac_cetaceos) anunciaba su última expedición de la temporada. Consulté la disponibilidad y… ¡bingo!. Sin pensarlo un momento le mande un mensaje a Francesca. 

publicación expedición científica con la SECAC
Publicación en Instagram de la SECAC.

Quedaban dos huecos libres. Me incorporé y me puse a mirar vuelos a Lanzarote. No estaban baratos pero bueno era un precio asumible. Valdría la pena. Esa misma tarde hablando con Miriam, amiga y colaboradora para la gestión del marketing y la comunicación del proyecto, me dijo que a ella también le gustaría ir. «Resérvame las dos plazas que quedan si aún están disponibles» le escribí a Francesca. Un par de semanas después aterrizábamos en Lanzarote. 

Expedición científica con la SECAC

Llegamos un día antes. Nos habían citado temprano en el puerto y no queríamos posibles problemas con el avión. Aprovechamos para conocer un poco la isla y probar algunos de los platos más típicos de su gastronomía. Como no podía ser de otra forma, el marisco y el pescado eran los claros protagonistas. Antes de dormir pusimos a cargar todas las baterías del drone, la cámara y demás aparatos electrónicos que llevamos para documentar la experiencia con todo detalle. ¡Por fin iba a poder participar en una expedición científica con la SECAC!

VIERNES, 25 DE JUNIO.

Conocimos al resto de la tripulación en el muelle de Puerto Calero. James, hijo de uno de los trabajadores del puerto; Joan y Clara, un matrimonio de biólogos que venían desde Barcelona; Julia, una buza experimentada de la isla de Tenerife y Sara, quién estaba como voluntaria con la SECAC en ese momento, eran el resto de la tripulación. Sin contar por supuesto a Francesca y a Vidal Martín, fundador de la SECAC en el año 1993. Había oído hablar mucho de él y de su labor en la red de varamientos de cetáceos del archipiélago. Fue un orgullo conocerle en persona. 

Una vez nos explicaron algunas normas básicas de convivencia en el barco y navegación, pusimos rumbo a mar abierto. Teníamos todo el día por delante. A medida que nos alejábamos de la costa la profundidad iba aumentando a un ritmo de vértigo. De pronto Vidal le dijo a Francesca y a Sara que fueran preparando el hidrófono para echarlo al agua. Una de las tareas de investigación que llevan a cabo es la del estudio de la bioacústica de los cetáceos. Gracias a este sistema podíamos ir escuchando los cantos de los delfines y ballenas mientras navegábamos. Una locura. 

Hidrófono

Las tortugas salían a la superficie a tomar el sol. Vimos como 6 o 7 tranquilamente flotando, pero una de ellas nos llamó la atención. Al lado tenía un objeto blanco. No sabíamos si lo estaría usando para apoyarse o si bien se había enredado en él. Nos acercamos a ver qué ocurría. 

Rescate de una tortuga boba (Caretta caretta)

La tortuga estaba enmallada. El objeto blanco era una bolsa de rafia. Por supuesto teníamos que intervenir. Tratamos de acercarla al barco con el bichero pero la tortuga no lo ponía fácil ya que trataba de sumergirse. Entre maniobra y maniobra, Francesca se cayó al agua. Ahora había dos frentes abiertos. El primero, sacar a Francesca del agua, lo cual por suerte no se nos complicó demasiado. Lo segundo, la tortuga. Había desaparecido. Estuvimos dando vueltas por la zona unos 20 minutos. No la veíamos por ningún lado hasta que James dio la voz de alarma. Había salido a descansar otra vez a unos 20 metros del barco. Nos acercamos muy despacio pero enseguida se alejaba. Empezamos a plantearnos que alguien se tirase al agua a por ella. Yo quería hacerlo. Julia también estaba dispuesta. Antes de poder darnos la vuelta para hablarlo con Vidal, nuestro capitán, él ya se había checkeado los bolsillos para asegurarse que no llevaba nada de valor y volaba por delante de nosotros hacia el agua. 

Tortuga enmallada flotando.
Tortuga asistida en la expedición científica con la SECAC
Asistencia a la tortuga.

La tortuga trató de sumergirse otra vez pero Vidal le había ganado la posición y consiguió cogerla bajo el agua. La acercó al balconcillo del barco donde yo le esperaba para subirla. Con cuidado, mientras Francesca sujetaba al animal, le fui cortando los hilos que le rodeaban el cuello. ¿Cuántos días llevaría así la pobre tortuga? Fue un momento excitante para todos pero a la vez creo que todos pudimos sentir algo de culpabilidad como especie. Nuestro estilo de vida estaba acabando con la vida de muchos otros animales. Y muchas veces, provocándoles un gran sufrimiento y agonía. 

Antes de reintroducir a la tortuga en el mar la tuvimos un rato en observación en uno de los camarotes. Dejamos que pasase un rato para que se tranquilizase y bajamos a examinarla. No parecía tener signos de deshidratación, ninguna otra herida y se notaba que no estaba débil. Tenía mucha fuerza y vitalidad así que decidimos devolverla al mar. 

¿Esto no era una expedición científica para ver cetáceos?

Llevábamos casi 6 horas navegando y no habíamos conseguido ver ni una aleta, ni un respiro, ni ninguna actividad relacionada con los cetáceos. Estábamos algo cansados y sacamos la comida. Qué maravilla estar en mitad del océano disfrutando de un buen plato de cous-cous que había preparado Sara. Era un momento de mucha calma. De repente vimos cómo empezaron a saltar delfines a unos 70 metros. No dábamos crédito. ¿Justo ahora?

Parte del gran grupo que encontramos.

Nunca es mal momento debimos pensar. Sin perder un segundo dejamos nuestro plato en la mesa y echamos mano a las cámaras. Era un gran grupo. De unos 100 individuos más o menos. Se empezaron a acercar. Eran delfines moteados del atlántico (Stenella frontalis). De cerca se les podía apreciar perfectamente el moteado a los adultos. Blanco sobre el lomo y oscuro sobre el vientre. Una pasada. En el grupo viajaban acompañando a sus madres un buen número de crías. Era una gran noticia ver a tantos neonatos. Los individuos jóvenes, a diferencia de los adultos, no tenían ese moteado característico que da nombre a la especie si no que eran de un color uniforme. 

En la imagen se puede apreciar el moteado característico de los adultos.
Fotografía de Joan Cabellos ®

Estuvimos casi una hora disfrutando de su presencia alrededor del barco. Cuando decidieron que ya no querían saber nada más de nosotros, se fueron sin dejar rastro. Retomamos la comida que se había convertido ya casi en merienda. Navegamos un par de horas más en las que lo único que vimos fue alguna tortuga y plásticos flotando a la deriva. Volvimos a puerto a pasar la noche ya que se estaba levantando algo de viento. Los alisios ya daban señales de su llegada inminente. 

SÁBADO, 26 DE JUNIO

No había más que amanecido y al abrigo del puerto ya se notaba el calor. No había ni una nube. Sin embargo, los anemómetros del puerto no hacían más que girar. Cada vez más rápido. La previsión meteorológica no acompañaba a la navegación. Nada más salir del puerto ya se notaba algo de brisa pero no parecía para tanto. Seguimos avanzando hacia mar abierto y cada vez se notaba más, tanto en el barco como en el mar. El viento hacia que el mar estuviese agitado y las olas dificultaban mucho la búsqueda de cetáceos. No por temas de navegación si no de visibilidad. Es complicado ver aletas o respiros entre ola y ola. Aún así, todos teníamos las energías puestas en ver todas las especies posibles. 

La noche anterior, mientras tomábamos unas cervezas después de cenar, Sara nos había estado enseñando las especies que se pueden observar en las costas del archipiélago. Pese a tener la teoría bien fresca, los turnos de avistamiento iban pasando y nadie conseguía ver nada. Ni siquiera veíamos a las tortugas descansar en la superficie. El viento nos estaba complicando mucho las cosas. Vidal, viendo el panorama, determinó que lo mejor era volver a puerto. Durante la navegación íbamos abrigados, pero al llegar a puerto las condiciones eran otras. Protegidos del viento, todo cambiaba. El calor era insoportable.

vistas desde el barco en la expedición científica con la SECAC
Panorámica de la costa cerca del puerto.
Fotografía de Sara Álvarez ®

Aprovechamos la tarde para ir a una pequeña playa muy cerca del puerto a darnos un baño. Vidal y Francesca nos dejaron tubos y gafas de bucear para que hiciéramos algo de snorkel y nos deleitáramos con la gran biodiversidad marina que había en la zona. Después volvimos al barco a cenar y seguir aprendiendo con las presentaciones que Sara tenía preparadas. Nos fuimos a dormir temprano para madrugar todo lo posible y salir cuanto antes a navegar.

DOMINGO, 27 DE JUNIO

La previsión no era buena pero parecía que las condiciones eran mejores de lo que se esperaba. Salimos de puerto muy temprano. Soplaba algo de viento pero menos que el día anterior. Echamos al agua el hidrófono y comenzamos a navegar en zig-zag hacia las costas de Fuerteventura. Así cubríamos la mayor superficie posible. Durante horas lo único que vimos fueron plásticos y otros elementos relacionados con la actividad humana. Poco a poco los alisios empezaron a ganar fuerza. 

Dimos media vuelta. Nos habíamos alejado bastante y las condiciones cada vez eran peores. Empecé a asumir que no íbamos a conseguir ver ningún cetáceo. Estuve una hora sin quitar los ojos de los prismáticos buscando como un loco. Estaba convencido de que los animales estaban ahí, pero no veía nada. 

Ya muy cerca del puerto, iba charlando con Sara y Miriam en la proa del barco. Estábamos tan centrados en la conversación que ya casi ni mirábamos al agua. No sé muy bien por qué pero hubo un momento en el que me giré para mirar a mis espaldas. No lo podía creer. Una ballena de más de 10 metros se sumergía delante de mi sin hacer el más mínimo ruido. ¿Cómo es posible que un animal tan grande estuviese tan cerca y nadie se hubiese dado cuenta?.

rorcual tropical en expedición científica con la SECAC
Rorcual tropical.
Fotografía de Joan Cabellos ®
Rorcual tropical.
Fotografía de Joan Cabellos ®
Avistamiento de un rorcual tropical (Balaenoptera brydei)

Estábamos como locos. Expectantes a ver dónde saldría a respirar otra vez. Mirábamos para todas partes. La segunda vez que salió a respirar lo hizo a apenas 5 metros del barco. Se había acercado a curiosear. Las siguientes veces no salió tan cerca y Vidal, que era quién tripulaba, lo pudo ver bien. «Es un rorcual tropical, intentad hacedle una buena foto de la aleta para luego contrastarla en la base de datos. Medirá unos 12 metros. Es aún subadulto. Parece que esta descansando. Guardemos silencio para no molestarle»

La fotoidentificación es una de las técncias más utilizadas para la investigación de cetáceos.
Fotografía de Joan Cabellos ®

Estuvimos un largo rato observándole. A veces salía a respirar cerca del barco, otras más lejos, a veces por babor, otras por estribor. Así estuvimos como media hora. El viento seguía cobrando fuerza así que retomamos el rumbo al puerto. De camino se nos unió un grupo de 10-15 delfines moteados juveniles muy juguetones. Se acercaron al barco dando brincos a toda velocidad y cuando llegaron se pusieron todos en la proa para jugar con la ola que se generaba al navegar. Es un comportamiento muy típico de varias especies de delfines y se conoce como bow-riding

Fotografía de Joan Cabellos ®

Ya de vuelta en el puerto y protegidos del viento, aprovechamos para comer. Estábamos muertos de hambre de tanta adrenalina liberada. Por la tarde nos esperaba una visita que me apetecía muchísimo. Conocer la oficina y la sala de colecciones de la SECAC. Allí guardan algunos restos óseos de los cetáceos varados en las islas occidentales junto a otra infinidad de muestras como contenidos estomacales y otros tejidos. Siempre me gustó esa rama de la ciencia y poder ver tantos cráneos, esqueletos, dientes, etc. me hacía sentir como en un museo. Estaba rodeado de tesoros. Vidal no hacía más que enseñarnos curiosidades que tenían guardadas desde hace años. Mi cabeza no paraba de maquinar ideas. ¿Cuántos posibles trabajos de investigación esperaban en esas cajas a ser publicados? Quedé impactado del potencial científico que albergaba esa sala. 

Cráneos.
Izq: Zifio de Cuvier (Ziphius cavirostris).
Dcha: Zifio de Gervais (Mesoplodon europaeus)
Cráneo de Zifio de Blainville (Mesoplodon densirostris)
La especie con la mayor densidad ósea registrada del mundo animal.

¿Te gustaría ser parte de una expedición científica con la SECAC?

Con la llegada de septiembre los vientos alisios amainan y las condiciones para observar cetáceos son inmejorables. Ya se han puesto en marcha dos sesiones para realizar la expedición científica con la SECAC. Las fechas reservadas para septiembre ya están llenas. Sin embargo, octubre que es el mejor mes para salir a navegar, aún dispone de plazas. Pincha en el  botón que te llevará directamente a un documento informativo con un formulario al final para reservar tu plaza en la expedición. Más abajo te dejamos un vídeo-resumen de nuestros días en la expedición científica con la SECAC. 

ACLARACIONES
  • Todas las imágenes han sido tomadas en la campaña de la SECAC, con el permiso administrativo para fines científicos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico del Gobierno de España. 
  • Todas las piezas óseas de las imágenes pertenecen a la Colección Biológica de Referencia de Cetáceos de la Macaronesia (CBRCM). 

 

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